Denominamos “padre devastado” a aquel que pierde o le obstruyen el vínculo con sus hijos y queda absolutamente destruido en toda su persona por esa circunstancia. Se siente arrasado y su vida ya no tiene sentido. En su interior se entrecruzan una serie de sentimientos: tristeza, rencor, humillación, indignación, pena, bronca, resignación, esperanza, desesperanza; todo menos alegría, euforia, o tranquilidad de espíritu. Esta situación emocional arrasa con toda la persona, lo deja devastado, siente que perdió todo, desaparecen los puntos de referencia y termina generándole graves modificaciones en todo su comportamiento. Si la situación se hace prolongada, su persona se irá deteriorando y tendrá la sensación –en general cierta – de que está “cuesta abajo en la rodada”. Nada le interesa, todo le da lo mismo, nada le sale bien, todo se le vuelve en contra, la paranoia lo invade, su autoestima lo abandona, la indolencia lo hace suyo. Su situación laboral suele deteriorarse y es común que sigan la misma suerte, el resto de sus bienes y sus relaciones
El Psicólogo, investigador y docente uruguayo Nelson Zicavo Martínez, comentando un artículo de Robert Fay, donde hablaba del síndrome del padre destruido nos dice: “entendemos como término apropiado el de “devastado” ya que el rol se ve anulado y no destruido; es que concebimos el Síndrome del Padre Devastado (SPD) como la constelación de síntomas que en el plano emocional y conductual provoca en el padre la vivencia de la pérdida de su hijo en el proceso post-divorcio, como realidad o aún como anticipación, como posibilidad futura del hecho.
Se trata de una constelación de síntomas provocados por el impedimento de contacto vivencial con sus hijos o hijas lo cual conduce a la pena, vivencia de quebranto y menoscabo, angustia, rabia, desazón, miedo, incertidumbre, donde la paternidad se ve devastada aunque se puede reconstruir cuando las condiciones sean propicias.
La intensidad de estas vivencias encuentra su origen en el grado de apego y significación de la relación padre-hijo. Siendo particularmente intensas dichas manifestaciones en aquellos casos que han desarrollado una vivencia relacional de gran apego y contacto permanente
Las funciones de los padres, mamá y papá, son complementarias y no suplementarias, la presencia de ambos y la no preponderancia de ninguno de ellos, es la mejor garantía de salud mental y equilibrio para los hijos.
El Psicólogo, investigador y docente uruguayo Nelson Zicavo Martínez, comentando un artículo de Robert Fay, donde hablaba del síndrome del padre destruido nos dice: “entendemos como término apropiado el de “devastado” ya que el rol se ve anulado y no destruido; es que concebimos el Síndrome del Padre Devastado (SPD) como la constelación de síntomas que en el plano emocional y conductual provoca en el padre la vivencia de la pérdida de su hijo en el proceso post-divorcio, como realidad o aún como anticipación, como posibilidad futura del hecho.
Se trata de una constelación de síntomas provocados por el impedimento de contacto vivencial con sus hijos o hijas lo cual conduce a la pena, vivencia de quebranto y menoscabo, angustia, rabia, desazón, miedo, incertidumbre, donde la paternidad se ve devastada aunque se puede reconstruir cuando las condiciones sean propicias.
La intensidad de estas vivencias encuentra su origen en el grado de apego y significación de la relación padre-hijo. Siendo particularmente intensas dichas manifestaciones en aquellos casos que han desarrollado una vivencia relacional de gran apego y contacto permanente
Las funciones de los padres, mamá y papá, son complementarias y no suplementarias, la presencia de ambos y la no preponderancia de ninguno de ellos, es la mejor garantía de salud mental y equilibrio para los hijos.
No queremos ser negativos. Aún a riesgo de ser tachados de heterodoxos, hemos encontrado un rayo de esperanza para los padres (y madres) destruidos. Tal vez lo bueno y hermoso, al final, siempre vence...