Estela Welldon postula en su libro, de venta mundial, que la perversidad puede ser femenina.
Según Freud, la perversidad es una característica masculina, pero la psicóloga forense Estela Welldon postula que las mujeres también pueden detentarla.
El cuerpo femenino como medio de venganza.
El quiebre del instinto maternal.
Las razones.
Los casos.
Por Diego Rojas
Una mujer misionera regresa a su pueblo en busca de sus hijas. Le dice a su ex marido que las lleva a Buenos Aires para que realicen trabajos domésticos. Pero al llegar a un suburbio bonaerense, las conduce a un prostíbulo en el que trabaja y las entrega a los hombres que gustan de las jovencitas. Las niñas tienen once, trece y dieciséis años. La mujer tiene sexo con sus clientes delante de ellas. En Choele Choel, durante las horas oscuras de la madrugada, una mujer acuesta boca abajo a sus cinco hijos: un bebé de dos meses, dos mellizos de dos años, otro de cuatro y el último de ocho.
Uno a uno, los cubre con frazadas y los asfixia hasta matarlos. Sentada, tiene la mirada perdida. Su hija de nueve años logra escapar a la masacre y alerta a sus vecinos: “Mi mamá está matando a mis hermanos”. Cuando la policía llega, la mujer continúa inmóvil, con los ojos abiertos, delante de los cadáveres de los niños. En un lujoso departamento de la calle Coronel Díaz, una mujer borracha se dirige a la habitación de su hijo adolescente, que duerme. Comienza a acariciarle la entrepierna.
Cuando el hijo despierta, ella no se detiene. “Los hijos pertenecen a la hembra que los pare”, le dice y no deja de tocarlo. Una mujer se va a Atlantic City con su pareja de turno y deja a su hijo de nueve años solo en casa, con unas fetas de queso por todo alimento. El novio de su madre regresa –la mujer lo abandonó cuando se acabó el dinero–. El hombre abusa del niño.
No siempre el amor, el sacrificio y la protección son las cualidades que caracterizan la relación entre una madre y su hijo. Por el contrario, muchas veces este vínculo adquiere características monstruosas. La madre que prostituía a sus hijas se encuentra detenida. Karina Giles, la asesina de sus cinco hijos, repetía cuando fue detenida por la policía: “Lo volvería a hacer una y mil veces”. Cristina Silva, la madre incestuosa, fue asesinada por sus hijos Sergio y Pablo Schoklender. La madre que abandonó a su hijo es retratada en la película El corazón es engañoso, por sobre todas las cosas, que se estrena esta semana.
Estela Welldon, psicóloga argentina residente en Inglaterra desde hace cuarenta años y fundadora de la Asociación Internacional de Psicoterapia Forense, dedicó su carrera al estudio de estas mujeres homicidas, abusadoras, maltratadoras, y le dio un marco teórico a la perversión femenina. Acaba de publicarse por primera vez en el país la versión definitiva de Madre, virgen, puta, libro de Welldon que desde hace veinte años circula en el mundo psi y que postula sus polémicas elucubraciones.
Para el psicoanálisis freudiano ortodoxo, la perversión es una cualidad masculina originada en la angustia de castración, peligro inexistente en la mujer que, en cambio, desarrollaría la envidia del pene y estaría exenta, por lo tanto, del manto de las perversiones. Sin embargo, Welldon propone que las características del cuerpo femenino constituyen a las mujeres en su particularidad, que no sólo se construye en relación con la especificidad masculina.
El útero, la potencialidad innata de albergar un bebé y la relación de la mujer con el tiempo a partir de los cambios biológicos que cada etapa produce (la menarca, la menopausia o la constatación de la imposibilidad de ser un solo ser luego de haber parido un hijo) constituyen las coordinadas femeninas de relación con su cuerpo y con el mundo. Al quebrarse, por ejemplo, el instinto maternal se produce la perversión femenina que, con sus propias maneras, se puede desarrollar contra su propio cuerpo o, más comúnmente, contra sus hijos, considerados como extensiones de sí mismas.
Esta visión permite pensar a la mujer como victimaria y no sólo víctima, aunque también lo sea. En el mito de Edipo, la culpa recae sobre aquel hombre que copuló con su madre, pero no se resalta que Yocasta también impulsó ese acto sexual. Cuando se mira a una embarazada, se la ve en el rol maternal y no se piensa en la mujer que tuvo sexo para quedar en ese estado. El psicoanálisis, como disciplina, puede sobrepasar esas miradas sobre la mujer y pensarla de manera autónoma y no sólo en relación con los hombres y al falo masculino.
“La diferencia fundamental entre la acción perversa de un hombre y de una mujer es que la acción del hombre se dirige hacia afuera –explica Welldon–. Un exhibicionista, por ejemplo, muestra sus genitales a una mujer que se sorprende. Un perverso ataca al otro. En cambio, lo que haga la mujer lo hace contra ella misma. Se trata de una venganza inconsciente y simbólica contra el cuerpo de la madre. Cuando se manifiesta en forma de violencia hacia el hijo en realidad se percibe al niño como una extensión del propio cuerpo.”
–Algunos casos, como el de la mujer que prostituía a sus propias hijas, permiten pensar a estas madres como monstruas.
–Generalmente este tipo de madres han tenido una carencia afectiva total, no están equipadas emocionalmente para lidiar con las exigencias que la maternidad implica. Una niña que no se sintió querida al nacer, tal vez porque se esperaba un varón, una vez que comienza a percibirse como mujer puede llegar a buscar ese afecto en el ejercicio de la prostitución que se conforma mediante un doble movimiento ya que, por un lado piensa: “Me siento bien con mi cuerpo porque el cliente me paga”, pero a la vez actúa contra ese cuerpo, degradándolo. Como considera a los hijos una prolongación de ella misma, prostituir a esos niños sería la prolongación de la venganza contra la madre. No son casos tan raros como parece. Tuve un caso horrible. Cuando una chica fue a decirle a la madre que el padre la estaba abusando, la madre sólo atinó a golpearla. Luego, ambos padres se pusieron en combinación para que las dos ejercieran la prostitución de manera conjunta. El padre alquiló un departamento y puso avisos por todas partes ofreciendo a una mujer y a su hija. Eventualmente la chica pudo hacer la denuncia y presentó como prueba esos avisos publicitarios.
La perversión femenina atraviesa todos los estratos sociales y no tiene fronteras. Se manifiesta en patologías que van desde la bulimia y la anorexia hasta el infanticidio, pasando por el incesto entre madre e hijo e incluso el síndrome de Munchaussen por Sustitución, en el que la madre lesiona a su hijo y lo lleva al hospital fingiendo una enfermedad a ser diagnosticada por el médico. La actriz Joan Crawford fue denunciada por su hija por la crueldad con que la crió en el libro Mamita querida, que contaba sus rasgos sádicos. La ficción televisiva retrató un vínculo de esta naturaleza en la serie Los Soprano, en el que Livia, además de un constante maltrato psicológico, intenta asesinar a su hijo Tony, jefe de una familia mafiosa. Esta semana María Magdalena Córdoba, de 27 años, fue detenida en Venado Tuerto, Santa Fe. La buscaban desde hace seis años, acusada de haber matado a su bebé recién nacido. Silvia Goicochea, ex concejal radical de la ciudad bonaerense de Trenque Lauquen, está sospechada de haber colaborado con el filicidio.
En Mendoza, Mónica de los Ríos fue acusada de asesinar a su bebé con la colaboración de su madre. Estos casos tienen vasos vinculantes con el de la jujeña Romina Tejerina, quien mató a su bebé recién nacido. A pesar de que una mirada desde la psicología mitigaría el acto criminal para brindarle una explicación –la joven jujeña fue violada por el padre de la criatura–, hoy Tejerina continúa encarcelada.
“A todo el mundo le encanta leer las crónicas policiales y creer que tiene una especie de virtud: no ser tan malo como ese –señala Welldon–. Les gusta leer, pero no entender lo que pasa. Como en el caso de estas mujeres que se convierten en victimarias. Si una mujer deja a los chicos en situaciones espantosas, en un departamento de una pieza, sin comida, sin nada y se va a España, sale en todos los diarios la noticia de una mujer terrible. Pero no se intenta entender la psiquis de esa mujer, que no podía lidiar más con todo eso, que no podía confiarle a nadie su sentimiento de inutilidad, el deseo de renunciar a todo, el no saber qué hacer y salir corriendo. La sociedad tiene una responsabilidad: proporcionar recursos a estas mujeres. Siempre que hay un acto de violencia hubo antes una situación subjetiva de humillación. Y cuando estalla esa violencia hay que analizarla. El hombre tiene el poder público y la mujer el poder doméstico. La mujer se queda sola en la casa, se identifica con la persona agresiva y maltrata a los más débiles, los chicos. Todos tenemos que estar al tanto de estas realidades tan dolorosas y trabajar mucho más con las escuelas, con los maestros, con los magistrados.”
“La maternidad está glorificada”, comenta Welldon. Esta mistificación explica la imposibilidad de pensar a la mujer en el rol perverso y la reacción de la sociedad ante los hechos comentados; una reacción que involucra mayor escándalo y condena en comparación a los que se demuestran cuando el victimario es un hombre. Pero si los mitos ayudan a entender el mundo, los griegos postularon hace mucho la historia de Medea, aquella mujer que mató a los hijos que había tenido con Jasón para vengarse de su esposo. Hoy, el psicoanálisis permite un acercamiento a las mentes de estas mujeres, desarrollar ese conocimiento derivará en profundizar en las razones del mal. Un entendimiento necesario. Como decía Baruch de Spinoza, no se trata de reír ni de llorar, sino de comprender.