La realidad cotidiana del feminismo supremacista, feminsmo del odio, popularmente conocido como feminazismo ha llegado al fin al cine alemán. Y lo ha hecho de la manera más adecuada en el país que más sabe de nazismo: mujeres que beben la sangre de sus vícitmas, tal como ocurre en España gracias al lobby feminista que parasita y dirige el poder judicial. Sin ir muy lejos, ahora mismo el juez Serrano y la jueza Mª Sanahuja van a ser apartados de la función judicial con la excusa de verdaderas nimiedades con medidas cautelares que son amenazas veladas contra su independencia. Es el alto precio a pagar por su resistente lucha contra el atentado contra nuestros derechos que representa la LIVG, consentido y amparado por nuestro politizado y poco independiente tribunal constitucional.
Las vampiros del film sacan la sangre a sus ex-parejas, son de clase alta y progresistas como las feminazis españolas. Liberadas de todos los tabús "patriarcales" son libres para seguir con su sanguinario estilo de vida. Estas sangijüelas insolidarias no aparecen en el film en el momento en que arrebatan los hijos a sus padres, ni mientras los aleccionan contra ellos en los casos de SAP que las vampiras niegan. Tampoco aparecen en el film bebiendo la sangre de sus abortos, pues como es de común conocimiento otro de sus objetivos es el descenso de la natalidad hasta el colapso de la nación y el fin del pago de las pensiones. Las feminazis tal como son en realidad, ya están en el cine. Al prncipio del movimiento ideológico financiado por los cárteles bancarios denominado feminismo de segunda generación (1968), los grandes corporaciones norteamericanas colaboraron con la CIA y la Fundación Ford para que éste impactara en todos los ordenes trascendentes de la sociedad norteamericana. Se fundaron cientos de seminarios sobre estudios de género en las universidades norteamericanas, se crearon marcas de cigarrillos solo para mujeres, la revista MS (financiada por la CIA y dirigida por una de sus agentes) y en el mundo del cine la película elegida fue BARBARELLA. Como la imagen de la mujer en aquellos tiempos era más bien dulce y bondadosa, Jeane Fonda encarnó perfectamente el papel de la primera mujer "liberada" y la inocencia con que se acogió el movimiento feminista de segunda generración, cuando era tan solo una excentricidad más de los locos años 60. Pero com fuera la droga, la simpática extravagancia tardaría todavía unas décadas en presentar sus verdadeos efectos. El desarrollo de la "liberación femenina" 42 años después no puede traernos otra imagen que la reflejada en la cámara: vampiros feministas que beben la sangre de los hombres. Vampiros invisibilizados que no cometen críemenes ni pueden ser rebatidos o criticados sin que héroes como Serrano, Mª Sanahuja o Guillermo Tell afronten graves peligros. Las feministas son incapaces de ver su propia imagen en el espejo.
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