La segunda ola del feminismo surgió otro a finales de los
sesenta por la acción conjunta de la oligarquía financiera y las agencias de
inteligencia de las grandes potencias. El feminismo de género. El feminismo de
género nació bebiendo de una serie de corrientes ideológicas delirantes que
proliferaron como setas en la
Europa de los setenta, aunque rápidamente se extendió a
Estados Unidos. Sus postulados tenían como idea central la celebre frase de
Simone de Beauvoir: “La mujer no nace, sino que se hace” En efecto, este
feminismo sostiene que la mujer no existe como tal sino que es un constructo
social. Niegan la existencia de un género o identidad sexual innato y afirman
que todos los bebes nacen neutros, siendo la sociedad quien inculca en sus
cerebros las ideas de lo masculino y lo femenino. Las feministas han estado décadas, si
no siglos, luchando por reivindicar su papel en la historia y ahora algunas de
sus herederas afirman que la mujer no existe, que no es más que una invención
cultural. Como las normas de etiqueta.
Suponiendo a la mujer como invención social, las feministas de
género se centran en el cambio de aquellos referentes culturales que consideran
machistas, como el lenguaje, esperando con ello propiciar un cambio en la
realidad de las mujeres. Pretenden destruir el significado cambiando el
significante, invirtiendo la relación causa efecto como por arte de magia. Al
contrario que los del feminismo de la igualdad, los logros reales conseguidos
por el feminismo de género se pueden contar con los dedos de una mano. O sin
ellos, ya que estamos.
Desde hace unos años, en España por lo menos, el feminismo de
género ha acaparado de tal modo la atención mediática y académica que ahora se
autoproclama como el único y verdadero feminismo. Todas las universidades han
creado áreas para los estudios de género, o estudios de la mujer como se los
denomina a veces, publican una abundante cantidad de material sobre el tema y
se realizan seminarios casi a diario (por lo menos en mi universidad), siendo
su buque insignia la lucha contra el lenguaje sexista. La situación de dominio
sobre otros tipos de feminismo, incluido aquel que otorgó el voto a la mujer,
es tal, que poner en duda la validez de los estudios de género puede
interpretarse como una manifestación de machismo. (Yo he sido llamado facha
machista por hacerlo. Y soy feminista y de izquierdas...) Conozco a muchas
mujeres que niegan ser feministas porque confunden la parte con el todo,
piensan (en realidad con razón) que el feminismo de género es el único existente
y, obviamente, consideran absurdas sus propuestas. Desconocen la existencia de
corrientes feministas racionales y, sobretodo, con sentido común.
En este artículo, dividido en tres partes, pretendo poner de
manifiesto que tales estudios, los de género, carecen del más mínimo rigor, se
fundamentan en escuelas de pensamiento absurdas y obsoletas, distan de tener la
menor evidencia empírica para apoyar sus tesis y las soluciones que presentan
son inútiles. Peor aun, ya que
son un sumidero de fondos que podrían ir destinados a acciones y estudios con
base real.
La primera parte, ésta, del artículo es un primer vistazo al
feminismo de género y sus postulados. La segunda se centrará en la absurda base
intelectual de los estudios de género así como en los trabajos, completamente
delirantes, que publican actualmente. La tercera tocará el tema de la lucha
contra el lenguaje sexista.
¿Qué estudios
antropológicos, biológicos o psicológicos se presentan como prueba de la
inexistencia de un género definido más allá del ámbito cultural? O para probar cualquier otra afirmación de los estudios de
género. Ninguno. Absolutamente
ningún estudio ni experimento que cumpla los requisitos mínimos del método.
Pero esto no es raro en los estudios de género, el desprecio por el método
científico es total y ninguna de sus tesis se sostiene sobre experimentos o
estudios empíricos. Sus ideas se sustentan en la corriente de estudios sociales
que nació con autores como Jacques Lacan, Julie Kristeva, Derrida, Luce Igaray,
John Money, etc; en un circuito cerrado de citas y referencias aislado por
completo de la biología, la neurociencia o cualquier otra rama del saber, salvo
quizá la literatura.
Para comprobar la validez de este discurso social deberemos, en
ausencia de cualquier otra evidencia, analizar a los autores originales.
Pertenecen a una serie de corrientes que nacieron en la intelectualidad (sea lo
que sea eso) europea, sobretodo francesa, posterior en su mayoría al mayo del
68, y que van desde el deconstruccionismo de Derrida al nuevo psicoanálisis de
Lacan, pasando por postestructuralismos, existencialismos, etc. Aunque no es
del todo correcto, desde este momento, para abreviar, usaré el término
posmodernismo para englobar todas estas corrientes, aunque lo más concreto sería
usar el término marxismo cultural, el más capitalista de los marxismos. Pero no
queremos suscitar suspicacias, ya que todavía nos consideramos “de izquierdas”.
Pero será en la segunda y tercera parte. Antes pienso, al
contrario de los seguidores intelectuales de Lacan, ofrecer pruebas de todo lo
que exponga en este artículo. He dicho que no existen evidencias que sustenten
la idea de la mujer como objeto creado por la sociedad. ¿Pero existen pruebas para sostener la
opinión contraria? ¿Evidencias de que el
género es innato y existen diferencias psicológicas entre hombres y mujeres?
Decenas. Los últimos estudios, realizados en su mayoría por mujeres,
apuntan todos en el mismo sentido: el género es una característica física,
natural, innata. Al final del artículo doy una lista de científicas que han
llevado a cabo estudios sobre la diferencia de género, en la mayoría de los
nombres he puesto un enlace a sus curriculums. No he puesto solo mujeres (la
selección es de Pinker, 2002)
porque piense que su trabajo es mejor al de los científicos hombres, sino para
evitar que dichos estudios sean acusados de sesgados por algún tipo de
conspiración falocrática. En biología o antropología la distinción entre
géneros está asumida desde hace mucho tiempo; en los estudios sociales de
género se ignora de forma sistemática simplemente porque es contraria a sus
postulados filosóficos.
Prueba empírica 1:
Es difícil concebir un experimento en el que probar de forma empírica la diferencia natural entre los géneros masculino y femenino. Habría que cambiar el sexo de un bebe nada más nacer y educarlo sin mencionarle este hecho. Nadie en su sano juicio haría una barbaridad semejante. Obviamente, el profesor John Money distaba mucho de estar en su sano juicio.
Money era un ferviente defensor de la naturaleza cultural del
género. Según él los roles sexuales son imposiciones de la sociedad, los
humanos no nacemos machos y hembras, sino neutros. Es la cultura adquirida en
nuestro desarrollo la que nos impone la identidad sexual, de hecho Money fue el
inventor de la palabra género (gender). Para probar sus afirmaciones, Money
siempre sacaba a relucir su más brillante logro, su paciente más famoso, la
joven Brenda.
A los ocho meses de edad, un niño fue víctima de una
circuncisión chapucera y perdió gran parte de su pene. John Money fue el
psicólogo que atendió a su familia y en seguida se dio cuenta de que aquel niño
podría ser su espaldarazo académico definitivo. Podría usarlo para probar sus
teorías. Aconsejó a los padres del niño que lo castraran, le implantaran una
vagina artificial y lo criaran como una niña. Así nació Brenda.
Según Money, el caso de Brenda (el nombre es ficticio) ponía en
evidencia la naturaleza artificial del rol sexual. Brenda creció como una niña
sin problemas pese a que su cuerpo, sus genes y su mente eran masculinas. Jamás
tuvo duda alguna de su identidad femenina y nunca llegó a imaginar su
nacimiento como hombre. Brenda creía ser una mujer y era una mujer, la
fisiología no tenía nada que decir. El New York Times publicaba: “ha ido
avanzando con satisfacción en su infancia como una auténtica niña”
Pero la fisiología sí tenía bastantes cosas que decir al
respecto. En 1977 se destapó el fraude. Money había falsificado el historial de
Brenda para que cuadrase con su teoría. Se descubrió que la infancia de Brenda
fue una auténtica pesadilla. Brenda insistía en estar siempre con niños,
orinaba de pie y cortaba con tijeras todos sus vestidos. Incluso se intentó
suicidar varias veces. A los catorce años se sinceró con su padre a quien dijo
que se sentía como un hombre y quería vivir como tal o no vivir. Su padre le
contó toda la verdad. Poco después, Brenda se sometió de nuevo a una operación
de cambio de sexo, esta vez para volver a convertirse en hombre.
Por supuesto, el afirmar que el género viene definido desde el
nacimiento no implica hablar de un sexo superior al otro. Las características
como la inteligencia, la capacidad de aprendizaje o la memoria son iguales en
ambos géneros. Sea innata o aprendida lo que está claro es que la existencia de
la identidad sexual no puede usarse para sustentar un discurso discriminatorio.
Por último, y mediante una desconcertante pirueta mental, surgió
una rama del feminismo de género, el feminismo de la diferencia, que sostiene
que sí existen diferencias entre hombres y mujeres más allá de las provocadas
por la sociedad. Pero tampoco son diferencias genéticas o psicológicas. ¡Son
diferencias espirituales! En el libro Women´s Way of Knowing, auténtica
Biblia de los estudios de la mujer, se sostiene que “los hombres valoran la
excelencia y el dominio de los asuntos intelectuales, y evalúan con
escepticismo las argumentaciones en términos de lógica y evidencia; las mujeres
son espirituales, relacionales, integradoras y crédulas” Tal como sucedía
cuando se negaba las diferencias de género, cuando se afirman se hace de forma
arbitraria y sin aportar prueba alguna que la sustente. Hay que creerla porque
sí, porque si no no eres feminista. Y encima, las características masculinas
son todas positivas mientras que la única claramente negativa (crédula) es
femenina. Valientes amigas tienen las mujeres en el feminismo de género. ¿Quién
necesita machistas?
En la parte siguiente trataré el apasionante tema de la sólida y
creíble base intelectual de los estudios de género. Con algunas de las frases
más fascinantes de la historia del pensamiento como “E=mc2 es una ecuación machista (sic)” y
otras salidas de esas preclaras mentes. También trataré las no menos divertidas
publicaciones que los departamentos de estudios de género de las universidades
españolas financian. Con “los
edificios machos y hembras”, “la maternidad como construcción cultural” y otras grandes aportaciones al
conocimiento humano.
Blum, Deborah,
Sex on the brain. The Biological Differences Between Men and Women, 1997
Harris, Marvin, Teorías
sobre la cultura en la era posmoderna, 1989
Johnson, Steven, La
mente de par en par. Nuestro cerebro y la neurociencia en la vida cotidiana,
2004
Kimura, Doreen, Sex and Cognition, 2001
Pinker, Steven, Cómo
funciona la mente, 1997
Pinker, Steven, La
tabla rasa. La negación moderna de la naturaleza humana, 2002
Sokal, Alan y Brichmont, Jean, Imposturas
intelectuales, 1998
Sommers, Christina Hoff, Who
Stole Feminism, 1994
Sterling, Ann Fausto, Myths
of Gender: Biological Differences about Men and Women, 1992
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