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lunes, 28 de junio de 2010

FEMINISTAS: ¿PROGRESISTAS ò HIPÓCRITAS MENTIROSAS?

Las feministas, creyéndose mujeres progresistas, demuestran un desconocimiento absoluto del origen y verdadero sentido de las consignas que repiten como loros copiándolas directamente del "avanzado" feminismo anglosajón.

Conviene por lo tanto que se les recuerde el origen de ese sufragismo anglosajón que tanto venerán y que se ha perpetuado en el moderno feminismo anglosajón que es, por cierto, una de las corrientes ideológicas más conservadoras y portadora de valores más contrarios al progreso que existen hoy en día. Y no puede ser de otro modo puesto que procede del radicalismo evangelista, de ese reconstruccionismo metodista de matiz irracional, clasista y racista que ha culminado en el movimiento neocon.
Hagamos memoria.
Comenzó todo en el Congreso Antiesclavista de Londres en 1840 cuando los metodistas (Bush Jr es metodista) de Estados Unidos enviaron como representantes a varias mujeres que chocaron de frente con el conservadurismo de la iglesia anglicana. Porque, sí, todo esto es, en el fondo, un asunto de iglesias y sectas fundamentalistas. Existía una bipolaridad evidente en ambos lados del Atlántico anglosajón. En Inglaterra perduraba un institucionalismo tradicional basado en los usos y costumbres de la iglesia mientras que en Estados Unidos se habían implantado y desarrollado las sectas disidentes más fundamentalistas y menos vinculadas a un pasado institucional. Todas ellas, sin excepción, se vieron electrizadas por la expansión del metodismo que basaba su funcionamiento en la "conversión" de los individuos siendo el más apreciado el más fanático y el más espectacular en sus muestras de devoción independientemente de su sexo lo cual abrió anchas vías de promoción social a un sinfín de mujeres ignorantes que justificaban su ascenso mediante la fe y la intransigencia. Es cierto que el metodismo tuvo el mérito de promocionar la enseñanza de la lectura en el ámbito femenino pero también lo es que únicamente para que leyeran la biblia y otros libros sectarios, con lo cual la alfabetización no fue sinónimo, ni en muchos casos lo es, de una mayor cultura.
En Londres, las fanáticas metodistas chocaron con los firmes prejuicios anglicanos hasta el punto de que los organizadores del congreso pretendieron rechazar su presencia. No lo consiguieron y acabaron limitándose a aislarlas del resto de los asistentes con un biombo.
Las metodistas americanas, acostumbradas a ser admiradas y respetadas por sus discursos dogmáticos y sus actitudes religiosas radicales, llevaron muy a mal el menosprecio institucional anglicano y el despecho acabó cristalizando en la famosa declaración de Seneca Falls de 1848 que se produjo, no debe olvidarse nunca, precisamente dentro de una capilla metodista.

Con todo, hasta 1865 el interés principal de este movimiento fue el abolicionismo, objetivo sin duda loable aunque a estas señoras en realidad no las moviera la solidaridad sino el fanatismo religioso y el racismo antimeridional (como conspicuas representantes de la sociedad yanqui y su mentalidad calvinista, férreamente avariciosa y racista, detestaban que españoles, mejicanos y descendientes de franceses mantuvieran una riqueza que se les negaba a los gloriosos anglosajones purificados por su absurda interpretación del evangelio).
Pero acabada la guerra civil en Estados Unidos, estas incipientes feministas procedentes del metodismo radical (no existe el moderado), se sintieron víctimas de un triste agravio comparativo. Como resultado de la nueva situación política resultaba que podían votar hombres pertenecientes a razas inferiores (negros, hispanos, chinos, judíos...y ojo que no es catalogación mía sino procedente de sus propias declaraciones escritas) mientras que a ellas, mujeres anglosajonas y protestantes, que pertenecían a la raza y a la religión superiores y que consideraban a aquellos hombres muy por debajo de ellas, casi como simples monos, se les impedía el voto. Así surgió el sufragismo, como un movimiento de inspiración racista que pronto se tiñó de matices fundamentalistas y puritanos.
Porque para sustentar la tesis de su superioridad moral sobre los hombres de razas inferiores que sí tenían derecho a votar, estas señoras se dedicaron a glosar todos los vicios que los chinos, negros, judíos, indios, hispanos y demás ralea ostentaban públicamente y que ellas, beatas puritanas, meapilas fanáticas, condenaban y no practicaban (al menos en público, ya sabemos que la hipocresía es la característica básica del puritanismo): estos hombres bebían, fumaban, jugaban, practicaban sexo fuera del matrimonio, ingerían ciertas sustancias inmorales (incluyendo café, azúcar, chicles y otras por el estilo, además de las que luego llegaron a prohibirse por impulso de estas mismas señoras en 1925), no iban a la iglesia...enseguida se dieron cuenta de que los hombres anglosajones también cometían esos pecados y surgió así, junto al mero sufragismo, una idea, racista, de superioridad hembrista que se consolidó junto con el fanatismo religioso, el puritanismo social y la doctrina política (de inspiración religiosa) del Destino Manifiesto, como leitmotiv fundamental del "feminismo" anglosajón.

En 1873 esas mismas sufragistas americanas, exactamente las mismas, fundaron la Liga Cristiana de Mujeres por la Decencia (en la que no se admitían mujeres hispanas, judías, negras, italianas o indias), organización que cuenta entre sus logros la implantación de la censura en el cine ya en 1896, la implantación de la Mann Act en 1910 oficialmente dirigida para combatir la trata de blancas pero aplicada desde el principio para coartar la libertad de la mujer y perseguir los comportamientos no admitidos por la moral puritana (desde el sexo fuera del matrimonio a la mixagenación, es decir: la cohabitación de mujeres anglosajonas con hombres de razas consideradas inferiores), la ley seca en 1919, la prohibición del cannabis en 1925...

En resumidas cuentas que el feminismo anglosajón, es un medio de difusión del puritanismo, del fanatismo religioso y del conservadurismo social y moral más recalcitrante de un país tan profundamente teocrático como las repúblicas islámicas, los Estados Unidos. Y las cosas no han cambiado con el tiempo. Recordad que fue precisamente ese feminismo el que, finigiéndose una corriente progresista, se erigió en punta de lanza contra la liberación sexual en los setenta con elementos como la señora Dworkin que resumía su ideología en su libro Una Nueva Jerusalén para la Mujer, del siguiente modo: "Deseo ver a mujeres liberando a otras mujeres de la promiscuidad sexual." Porque ese feminismo que defiende que la desnudez o el sexo denigran a la mujer, no piensa en la libertad de la mujer sino en la implantación de un determinado código moral basado en la idea de pecado.
Y lo voy a dejar aquí porque este artículo se está extendiendo ya demasiado. Pero si sois progresistas, creéis en la libertad de la mujer y en la creación de una sociedad mejor, más evolucionada, más libre y más justa, amigas mías, tenéis que cambiar el paso y dejar de seguir ciegamente las consignas de un feminismo que no es sino una estrategia ultraconservadora para imponer su moral.

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