Las feministas, creyéndose mujeres progresistas, demuestran un desconocimiento absoluto del origen y verdadero sentido de las consignas que repiten
como loros copiándolas directamente del "avanzado" feminismo
anglosajón.
Conviene
por lo tanto que se les recuerde el origen de ese sufragismo anglosajón que
tanto venerán y que se ha perpetuado en el moderno feminismo
anglosajón que es, por cierto, una de las corrientes ideológicas más
conservadoras y portadora de valores más contrarios al progreso que
existen hoy en día. Y no puede ser de otro modo puesto que procede del
radicalismo evangelista, de ese reconstruccionismo metodista de matiz
irracional, clasista y racista que ha culminado en el movimiento neocon.
Hagamos memoria.
Comenzó
todo en el Congreso Antiesclavista de Londres en 1840 cuando los
metodistas (Bush Jr es metodista) de Estados Unidos enviaron como representantes a varias
mujeres que chocaron de frente con el conservadurismo de la iglesia
anglicana. Porque, sí, todo esto es, en el fondo, un asunto de iglesias
y sectas fundamentalistas. Existía una bipolaridad evidente en ambos
lados del Atlántico anglosajón. En Inglaterra perduraba un
institucionalismo tradicional basado en los usos y costumbres de la
iglesia mientras que en Estados Unidos se habían implantado y
desarrollado las sectas disidentes más fundamentalistas y menos
vinculadas a un pasado institucional. Todas ellas, sin excepción, se
vieron electrizadas por la expansión del metodismo que basaba su
funcionamiento en la "conversión" de los individuos siendo el más
apreciado el más fanático y el más espectacular en sus muestras de
devoción independientemente de su sexo lo cual abrió anchas vías de
promoción social a un sinfín de mujeres ignorantes que justificaban su
ascenso mediante la fe y la intransigencia. Es cierto que el metodismo
tuvo el mérito de promocionar la enseñanza de la lectura en el ámbito
femenino pero también lo es que únicamente para que leyeran la biblia y
otros libros sectarios, con lo cual la alfabetización no fue sinónimo,
ni en muchos casos lo es, de una mayor cultura.
En
Londres, las fanáticas metodistas chocaron con los firmes prejuicios
anglicanos hasta el punto de que los organizadores del congreso
pretendieron rechazar su presencia. No lo consiguieron y acabaron
limitándose a aislarlas del resto de los asistentes con un biombo.
Las
metodistas americanas, acostumbradas a ser admiradas y respetadas por
sus discursos dogmáticos y sus actitudes religiosas radicales, llevaron
muy a mal el menosprecio institucional anglicano y el despecho acabó
cristalizando en la famosa declaración de Seneca Falls de 1848 que se
produjo, no debe olvidarse nunca, precisamente dentro de una capilla
metodista.
Con todo, hasta 1865 el
interés principal de este movimiento fue el abolicionismo, objetivo sin
duda loable aunque a estas señoras en realidad no las moviera la
solidaridad sino el fanatismo religioso y el racismo antimeridional
(como conspicuas representantes de la sociedad yanqui y su mentalidad
calvinista, férreamente avariciosa y racista, detestaban que españoles,
mejicanos y descendientes de franceses mantuvieran una riqueza que se
les negaba a los gloriosos anglosajones purificados por su absurda
interpretación del evangelio).
Pero
acabada la guerra civil en Estados Unidos, estas incipientes feministas
procedentes del metodismo radical (no existe el moderado), se sintieron
víctimas de un triste agravio comparativo. Como resultado de la nueva
situación política resultaba que podían votar hombres pertenecientes a
razas inferiores (negros, hispanos, chinos, judíos...y ojo que no es
catalogación mía sino procedente de sus propias declaraciones escritas)
mientras que a ellas, mujeres anglosajonas y protestantes, que
pertenecían a la raza y a la religión superiores y que consideraban a
aquellos hombres muy por debajo de ellas, casi como simples monos, se
les impedía el voto. Así surgió el sufragismo, como un movimiento de
inspiración racista que pronto se tiñó de matices fundamentalistas y
puritanos.
Porque para sustentar la
tesis de su superioridad moral sobre los hombres de razas inferiores
que sí tenían derecho a votar, estas señoras se dedicaron a glosar
todos los vicios que los chinos, negros, judíos, indios, hispanos y
demás ralea ostentaban públicamente y que ellas, beatas puritanas,
meapilas fanáticas, condenaban y no practicaban (al menos en público,
ya sabemos que la hipocresía es la característica básica del
puritanismo): estos hombres bebían, fumaban, jugaban, practicaban sexo
fuera del matrimonio, ingerían ciertas sustancias inmorales (incluyendo
café, azúcar, chicles y otras por el estilo, además de las que luego
llegaron a prohibirse por impulso de estas mismas señoras en 1925), no
iban a la iglesia...enseguida se dieron cuenta de que los hombres
anglosajones también cometían esos pecados y surgió así, junto al mero
sufragismo, una idea, racista, de superioridad hembrista que se
consolidó junto con el fanatismo religioso, el puritanismo social y la
doctrina política (de inspiración religiosa) del Destino Manifiesto,
como leitmotiv fundamental del "feminismo" anglosajón.
En
1873 esas mismas sufragistas americanas, exactamente las mismas,
fundaron la Liga Cristiana de Mujeres por la Decencia (en la que no se
admitían mujeres hispanas, judías, negras, italianas o indias),
organización que cuenta entre sus logros la implantación de la censura
en el cine ya en 1896, la implantación de la Mann Act en 1910
oficialmente dirigida para combatir la trata de blancas pero aplicada
desde el principio para coartar la libertad de la mujer y perseguir los
comportamientos no admitidos por la moral puritana (desde el sexo fuera
del matrimonio a la mixagenación, es decir: la cohabitación de mujeres
anglosajonas con hombres de razas consideradas inferiores), la ley seca
en 1919, la prohibición del cannabis en 1925...
En
resumidas cuentas que el feminismo anglosajón, es un medio de difusión del puritanismo, del
fanatismo religioso y del conservadurismo social y moral más
recalcitrante de un país tan profundamente teocrático como las
repúblicas islámicas, los Estados Unidos. Y las cosas no han cambiado
con el tiempo. Recordad que fue precisamente ese feminismo el que,
finigiéndose una corriente progresista, se erigió en punta de lanza
contra la liberación sexual en los setenta con elementos como la señora
Dworkin que resumía su ideología en su libro Una Nueva Jerusalén para
la Mujer, del siguiente modo: "Deseo ver a mujeres liberando a otras
mujeres de la promiscuidad sexual." Porque ese feminismo que defiende
que la desnudez o el sexo denigran a la mujer, no piensa en la libertad
de la mujer sino en la implantación de un determinado código moral
basado en la idea de pecado.
Y lo
voy a dejar aquí porque este artículo se está extendiendo ya demasiado.
Pero si sois progresistas, creéis en la libertad de la mujer y en la creación de una sociedad mejor, más evolucionada, más
libre y más justa, amigas mías, tenéis que cambiar el paso y dejar de
seguir ciegamente las consignas de un feminismo que no es sino una
estrategia ultraconservadora para imponer su moral.
Menudo bodrio....
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